Desde el inicio de los tiempos el ser humano siente una repulsión un tanto extraña al color negro, ¿Por qué? Porque lo relacionamos con la ausencia de vida, con la muerte. Todo termina con el color negro. La obscuridad es misterio, misterio de no saber qué hay frente a nosotros, de si es bueno o peligroso a un punto en que pueda terminar con nuestra vida.
El negro siempre ha sido el color de lo diferente, de lo raro, de lo que no se puede expresar o que al expresarlo refleja cierta incomodidad. El tiempo no había sido nada amable con el negro, pues lo trató como un fenómeno que por ser diferente no merecía la atención de nada ni de nadie.
Para nuestros primer ancestros el negro fue un color símbolo de misterio, pues sabían que aunque el Sol se hubiera escondido, seguían pasando mil cosas allá afuera. Fue también un símbolo de vida, regeneración, meditación y autoconocimiento, pues de las cavernas más obscuras emergían héroes que habían conectado con la Tierra o criaturas que a pesar de las circunstancias y desconocimiento del mundo exterior, del mundo de la luz, brotaban como seres fuertes, feroces, sapientes del exterior como si siempre hubieran estado observándolo todo desde ahí dentro.
El negro es también un color que refleja rebeldía, pues todo comenzó cuando los burgueses italianos que no formaban parte de la nobleza y que tenían prohibido vestir de color azul o rojo, pagaban grandes cantidades de dinero para teñir su ropa de negro en diferentes tipos de tela, marcando así una tendencia fabulosa en donde competían en quién tenía el negro más brillos, más mate, más suave o con más textura. No pertenecían a la nobleza, pero reflejaban poder, elegancia, superioridad y mucha clase para ir en contra del sistema sin hacerlo exactamente.
Fotografía de Richie HawtinLa vida bohemia, la vida nocturna, los excesos y la insubordinación fueron característicos de los poetas malditos en el siglo XIXI, quienes lo utilizaban mientras vivían en completo descontrol. El negro fue elegido por los anarquistas y los desobedientes como un color de resistencia, de oposición, de gritar todo lo que está mal sin decir una sola palabra. Fue también el color de los perseguidos, de los segregados, de aquellos que querían pasar desapercibidos porque ser diferentes dolía.
Los años 70’s y 80’s fueron épocas en que el color y la extravagancia tomaron el control de la moda y estética en la música. Esos enormes afros, esos vestidos llenos de lentejuelas, las camisas de colores con grandes cuellos, los estampados, las flores y los accesorios con enorme colorido gritaban felicidad por todos lados. Fue justamente a finales de los 80’s cuando en aquella “Demolition Night” el negro tomó por completo el color de la escena alternativa al Disco y el Pop.
Una turba enardecida quemó cientos de vinilos de música Disco en ese movimiento “anti felicidad” que estaba fastidiado de tanta extravagancia y brillo por todos lados. Fue ahí cuando el color negro, contrario a todo lo que el Disco reflejaba, adoptó al Techno como ese niño que nadie quería pero que simplemente era incomprendido. Habían nacido el uno para el otro, pues ese contexto histórico que envuelve al que muchos no consideran color, encajó perfecto con lo que el Techno, un género diferente y obscuro que nadie quería por ser contrario a lo que estaba sonando o consideraban como correcto, estaba siendo y terminaría por crecer hasta nuestros días.
Contradecir el discurso del Disco con ropa pegada, monocromática y minimalista hasta llegar casi al “no tener chiste”, estaba siendo uno de los aspectos por los que el Techno empezó a cobrar tanta popularidad, pues en la década de los 80’s y en especial a sus últimos años estaba de moda ir en contra del sistema, tirarlo, destruirlo, cambiarlo.
El Techno porta orgulloso el color negro porque su contexto histórico siempre le ha pertenecido, pues tiene impregnada la rebeldía, la desobediencia, la elegancia, la clase y la insensatez de querer expresarse sin ser el centro de atención. Nuestro dress code es negro porque nuestro género es heredero de toda ese trasfondo que terminó por convertirlo en underground y a nosotros en los raros a los que les gusta esa música del diablo. El negro nos eligió porque no nos preocupamos por qué tan extravagantes asistamos a una fiesta, rave o concierto, no nos importa qué tan bien nos combinemos o qué tan bien nos veamos, nos importa bailar y estar cómodos para hacerlo.
Herederos de esa rebeldía y desobediencia es que también somos extravagantes a la hora de utilizar el negro, combinándolo con botas de plataforma, arneses, picos, estoperoles o en prendas de látex. La excentricidad que se apodera de los clubes o raves es algo que el Techno acuña muy bien, haciéndole honor a la repulsión de todo aquello que está bien visto.
El Techno entendió perfecto que el negro también tiene sonido: tracks llenos de obscuridad que inician desde el primer segundo de la canción, el enojo con que se marcan los kicks y el ritmo tan excelentemente bien compuesto que transmite ese toque de locura y felicidad al mismo tiempo, además de ese sonido casi demoniaco que muchas canciones de nuestro género tiene. El Techno tiene ese ritmo que nos hace querer bailar toda la noche sin parar para reflejar todo eso que llevamos dentro, desde felicidad hasta tristeza o enojo que desembocan en locura.
Ese es nuestro legado histórico y del por qué vestirnos de negro siempre va a ser tan satisfactorio.
Fotografía de TechnoEDM